Uno no escoge en qué rincón del mundo uno nace, porque uno no es partícipe en esa decisión. Todo es cuestión de suerte. Yo podría haber nacido en China o en algún país del África. O a la mejor en uno de esos lugares del primer mundo donde uno llega con el plato ya servido, como en los Estados Unidos o en Alemania o en otro país europeo, en esos lugares de ensueño, a los que están tratando de llegar miles y miles de exiliados de Siria. Pero no fue así. A mí me tocó salir del vientre de mi madre en Mexicali. Esa fue mi suerte y que buena que fue.
Antes de platicarles sobre lo mío, déjenme decirles que a la hora de la hora, cuando nos sacan de la barriga de la mamá y empezamos a gritar y llorar a los cuatro vientos y abrimos nuestros pulmones para respirar el aire que nos da la bienvenida, nos vale un cacahuate un montón de cosas. No nos importa saber el nombre del lugar al cual llegamos ni el idioma que nos va tocar aprender. Entre paréntesis, digo yo, en ese momento nada importa, excepto conectarnos con la madre que nos dio vida, en la quién estuvimos metidos, allí en ese mundo acuático, por más o menos nueve meses. Queremos buscar a la mujer que nos alimentó y nos enseñó a ser buenos antes de que naciéramos. Aquella madre que con su cuerpo nos formó. La carne de nuestra carne.
Regresando a lo mío, quiero repetir que tuve mucha suerte y que nací en un lugar que de cierta forma era de ricos. No era uno de esos lugares, los llamados del primer mundo, donde el futuro de cada recién nacido, de cada ciudadano, casi siempre pinta azul celeste. No, yo no nací allí. Yo di mi primer llorada en la tierra cachanilla. Para ser más exacto, en la avenida Lerdo 1046, en una casita bien chiquitita, junto a un barranco hediondo que venía de La Jabonera. Menciono lo del mal olor para que se vayan imaginando como era el Mexicali de aquel entonces. Allí nací y allí pasé mis primeros cuatro años. Después me jalaron para la colonia Cuauhtémoc, barrio en el cual viví hasta los dieciséis abriles.
Tuve suerte y tuve buena cuna, ya lo dije varias veces. Nací en Mexicali, en la otrora capital mundial del oro blanco, en ese desierto en donde los calorones azotan a ese valle por casi medio año. En ese pueblo en donde sus pobladores han aprendido repetidamente a rascarse con sus propias uñas.
En 1946, cuando yo llegué al mundo, Mexicali era un pueblito, chiquitito, con poca gente. La mayoría de sus habitantes vivían en colonias y miles de ranchos hacia el sur y el sureste de la ciudad. Todo era sencillo y pueblerino. El centro de ese lugar estaba formado por un puñado de calles y avenidas en la cercanía de la línea internacional. Allí se concentraba el comercio y allí nacían las arterias de circulación hacia las colonias y el campo. Esa sencillez, ese sabor a pueblo, quedó para siempre arraigado en mis venas y con el pasar de los años, ese toque lugareño me ha ayudado mucho. Me ha enseñado a ser humilde y a apreciar con nobleza lo que la vida me ha ofrecido.
Pero existe algo más que me brindó esa tierra cachanilla: algo que no se puede comprar con todo el oro del mundo. Mexicali, mi cuna, me enseñó a hacer mucho con poco y a ingeniármelas para salir adelante cada vez que me encontraba una traba en el camino. Al practicar lo enseñado, me acostumbré a usar la cabeza para encontrar soluciones a los problemas en lugar de llenar mi mente con quejas de esto y lo otro. Todo eso que aprendí allí, en ese terruño, me ha llenado de riqueza. No de cosas materiales, de posesiones y dinero, sino de la otra riqueza, la espiritual, esa fuerza que uno lleva por dentro. Esa fortaleza que te levanta y te tira hacia delante hasta llegar al triunfo. Se trata de un positivismo que no tiene precio.
Eso fue lo que me regaló mi tierra cachanilla: esa enseñanza, esa fortuna espiritual. Ese atributo que no se puede comprar, como ya lo dije, ni con todo el oro del mundo.
FOTO: Avenida Madero, en el centro de Mexicali, a mediados de los años cincuenta.
JUST WOUNDERFALL!!!!!!!!!!!
lo felicito muy lina historia yo naci en mxicali en 1946 y vivi en la jabonera 9 anos al lado del canal que olia ufa pero muy feliz
Pedro, que bueno que sigues compartiendo tu experiencia y opiniones, saludos desde Mexicali!
Muy agradables comentarios Pedro Saludos desde Uvalde Texas
yo no naci en Mexicali ,pero llegamos de la bella Sinaloa en 1942, y si me acuerdo de muchas cosa hoy tengo 78 años y vivo en la ciudad de riverside cal, ( desde 1962 en diferentes lugares de la ciudad de los angeles )..es muy grato ,y triste leer estas experiencias que han vivido taqntas familiaqs que fundaron esa gran ciudad de mxli…. nosotros (mi familia de padre y madre anduvimos (rodando ) de un lado a otro,pero en fin,,,saludos a todos los residents de esa gran ciudad…..bendiciones a todos,,,,,
Gracias por tu comentario, Rubén. Me gustaría escribir sobre tus experiencias. Saludos.