IMAGEN: Radio antiguo, parecido al que teníamos cuando yo era chamaco. Getty Images.
Buenos tiempos fueron esos cuando yo crecí en Mexicali, a fines de los años cuarenta, en los cincuenta y a principio de los sesenta. Soy de allí. Nací en la avenida Lerdo, pero me crié más que todo en la colonia Cuauhtémoc, en el este de la ciudad, no muy lejos de la cerca fronteriza. Digo buenos tiempos porque así los recuerdo. No cabe duda, sucedieron ocurrencias que no fueron tan buenas, aunque lo desagradable mejor olvidarlo.
Pero antes de platicarles sobre algo que tengo muchas ganas de contar, voy a hacer un preámbulo. Cuando dejo que la pluma agarre aviada y saco desde lo más recóndito de mi memoria pasajes de ese pasado cachanilla: anécdotas, cuentos y algunos detalles picarescos; siempre se presentan gentes jóvenes de nuestro pueblo que comentan que les hubiera gustado haber vivido en esos tiempos.
A la mejor no, diría yo. No todo estaba tan bonito como a veces lo pinto. Las calles de mi colonia, por ejemplo, no estaban pavimentadas. Era una polvareda por todos lados. Casi nunca llovía, pero cuando eso sucedía el agua caía a cántaros. Esas vías de tierra se convertían en lodazales y eran a veces intransitables. Una vez que se secaban quedaban destruidas y así permanecían por meses hasta el llegar de las moto-conformadoras que las emparejaban.
Habían otros inconvenientes. Uno de ellos era el excusado. El nuestro estaba en el fondo del lote, lejos de la casa. Pero incluso así nos mataba con los malos olores. Además, era necesario reubicarlo a cada rato, pues se llenaba bien rapidito con tanta familia. Aparte de eso, era en esos rincones calientitos, en ese retrete, donde a menudo hacían sus nidos las arañas. Recuerdo claramente a mi mamá cuando prendía los rollos de periódico para quemar a esos atrevidos arácnidos.
Como ven, esos ayeres no eran tan bonitos después de todo, aunque cosas buenas habían montones; cosas sencillas como el cantar de las chicharras o el olor a tortillas de maíz recién hechas que se desprendía de la tortillería de la esquina. O el aroma a café acabadito de ser tostado y empaquetado, ese de marca Abarrotera que se fabricaba por la avenida Uruguay, en mi colonia, la Cuauhtémoc. Y algo más, también bonito y además beneficioso, un detalle relacionado con el desarrollo de la imaginación. Y sobre el cual les quiero platicar.
En aquellos tiempos cuando no estábamos conectados a toda hora a través de redes cibernéticas y no teníamos una infinidad de información disponible con el sólo picar de un dedo, el ingenio propio nos ayudaba a disfrutar la vida y a divertirnos, más que todo a través de la radio. En mi caso, recuerdo que me quedaba pegado a un aparato radiofónico incrustado en un bello y enorme mueble de madera que también servía para adornar la casa. Allí me la pasaba yo cuando el tiempo lo permitía.
Los programas televisivos en español no llegaban a Mexicali en ese entonces, por lo cual eso de la tele era algo completamente desconocido para mí. Pero la radio sí que la escuchaba. En la mañana eran las canciones de Cri-Crí. El ratón vaquero, La patita o Caminito de la escuela. Después seguía algún cuento. El que más me gustaba era el de Peter Pan. Me tiraba frente a la radio y gozaba cuando escuchaba al Capitán Garfio sufrir y gritar al ver de nuevo al cocodrilo, el que ya se había comido una de sus manos.
«El cocodrilo, ¡no!, el cocodrilo, ¡no!», gritaba el pirata aterrorizado. Pobre Capitán Garfio, lo escuché gritar cientos de veces. Me gustaba tanto el cuento que aprendí a imitar la voz del pirata y las de otros personajes, como la de Peter Pan, las de los niños perdidos y hasta la de Campanita. Aprendí a imitar sonidos también. Los que pretendían ser del viento, las olas del mar, o los chasquidos de los animales. Tengo que confesarlo, me volví bien creativo escuchando esos programas.
Desafortunadamente, con los avances tecnológicos ya no es necesaria tanta imaginación. El plato se nos da bien servido ahora. Es triste pero así es. El progreso a veces no es progreso. En cierta forma, esos avances del mundo moderno nos están cortando las alas y atrofiando la creatividad.
Entre paréntesis, esa oportunidad para darle vuelo a la imaginación fue una de las tantas cosas valiosas que me brindó mi tierra. Como les dije al principio, fueron buenos tiempos aquellos, cuando yo crecí en Mexicali.
Don Pedro, otro Mexicali, otra época. Siempre es un placer leerlo, de verdad. Un abrazo en esta época que nos une a todos.
Saludos Giacomo. Eramos vecinos.
cada vez que leo sus anedoctas me identifico con ellas yo tambien naci y creci en la cuauhtoc norte tambien fui a la escuela aleman por alla en 1963 tambien di bola en recursos hidraulicos vendi periodicos alli y comi las sabrosas tortas que vendian en la salida de recursos alli donde estaba la vieja banca de madera por cierto le comento que tambien nos fuos a vivir a manteca ca, vivimos por la manteca road hasta los 70s fui muchas veces a pescar al rio de ripon y todos los viernes al civic auditoriom de stockton s los bailes y los domingos sin falta a la pulga por alla en el dorado en stockton fueton tiempos muy bonitos alli en manteca cuando era un pueblito chico ahora es una ciudad grande igual que mexicali que crecio y que hoy nomas memorias quedan le comento que nos toco vivir la mejor epoca de mexicali y manteca.
saludos
alfredo garcia
Increíble Alfredo, tenemos parecida trayectoria, sólo que eres mucho más joven. Saludos.
Que increible, Que ustedes tambien se Fueron a Manteca. Muy bien.
QUE HERMOSO RELATO, A MI ME ENCANTABA QUE LA NANA CHELA NOS NARRARA ESOS CUENTOS POR LA RADIO, MIENTRAS IBAMOS CAMINO A LA ESCUELA ENTRE 7 Y 8 DE LA MAÑANA. NO ME CANSARE DE PENSAR QUE PARA MI FUE UNA BENDICION ENCONTRARLO EN LAS REDES AMIGO PEDRO
Gracias Conchita. Para mí es también un placer tener lectores como tú. Saludos.
Yo tengo un radio igualito al de la foto y al escucharlo me hace trasladarme a esa época me hubiera gustado vivir en esa época un saludo
Saludos Miguel Ángel. Tienes buen apellido. Y buena radio.
Saludos desde El Salvador, muy interesantes sus relatos que me hacen recordar mi niñez aunque en otro país y ciudad, tienen muchas conincidencias a mi también me encataba escuchar los cuentos por la radio y las calles de mi colonia también eran en esa época de tierra pero para nosotros se convertían todas las tardes en el.mejoe campo de fútbol.
En.fin saludos y gracias por compartir tan interesante historias.
Pablo, por estos rumbos de Texas hay mucha gente de tu país. Son bien trabajadores y emprendedores. Saludos.