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En ocasión de un aniversario más

By February 21, 2016 February 21st, 2017 No Comments

centrocívicoMexicaliFOTO: Imagen del centro cívico de Mexicali.

 

NOTA: El catorce de marzo se cumplen ciento catorce años de la fundación de la ciudad donde yo nací, Mexicali, Baja California, México. Se fundó en mil novecientos tres. Escribí este comentario hace dos años porque alguien me lo pidió y lo publiqué en uno de los grupos de las redes sociales. Lo repito aquí en ocasión de un aniversario más de la fundación de mi terruño. Espero les guste lo que le digo a mi tierra.

 

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Tengo tiempo que no te visito. Fue el año de tu centenario la última vez que te vi. Vivía en San Diego, California en ese entonces. Era en pleno verano cuando en esa ocasión crucé la garita entre Calexico y esa tierra y me desplacé por tus calles, tus colonias. Escogí esa época del año porque quería sentir tu calor y confirmar que aún eras la misma. La que yo recordaba.

Pero me sorprendiste; mucho habías cambiado, aunque no tu facha o tu gracia acogedora. Seguías siendo igual de chula, igual de hospitalaria. Conservabas aún tu linaje de pueblo, de rancho, traído a ti por viajeros rebeldes que llegaron a tu lecho buscando trabajo y fortuna. No cabe duda, en cierta forma eras aún la misma, la de mi infancia. Aquel crisol repleto con gente del otro México, la que te adoptó y te sigue adoptando y en tu vientre ha engendrado sus hijos.

Ése fue el Mexicali que yo vi en aquel año de tu centenario. Pero también habías cambiado, habías crecido, te habías transformado. En ese sentido ya no eras la misma y no la que yo esperaba. A la mejor fue porque yo quería verte igual, similar a aquella cuna en la que yo crecí. Chiquita, inocente, con calles empolvadas, con pinos salados adornando tus vías, con una Chinesca vibrante y seductora.

En lugar de eso me encontré con una ciudad moderna que había cambiado, que había progresado. Con un centro cívico de concreto y acero, limpio, con calles pavimentadas, con puentes elevados. No cabe duda, me sorprendiste, pero me seguiste gustando. Como ya te lo dije, en cierta forma eras la misma; una hembra de pueblo, hermosa y castigadora, con la mano en la rienda, dueña de tu destino. Pero con tus cambios me gustas también, lo confieso, moderna y de cierta manera todavía a la antigua. Me gustas montones.

Desde ese entonces, sin embargo, no te he vuelto a visitar, aunque lo he querido hacer. Vivo lejos de ti, pero eso no es excusa. Lo sé. Creo que en cierto modo no he regresado porque presiento que te voy a encontrar cambiada de nuevo. Pero pronto te veré, este verano, a la mejor el otro. Quién sabe cuando. Pero te veré, de eso sí estoy seguro. Lo tengo que hacer. Si quieres te lo juro.

Eso sí, voy a regresar en pleno mes de julio, cuando el calorón esté en lo mejor. Para sentirte, para apreciarte. Para recordar lo que fue. Y para demostrarte que todavía conservo la capacidad para aguantar ese azote de los rayos de tu sol. Quiero verte en verano también porque sé que en esa estación del año es cuando luces más bella. Pues es cuando cantan los cenzontles y las chicharras y cuando tus ranchos se visten de verdes y blancos porque a tus presumidos campos los bañan los algodonales.

Yo sé que voy a regresar en ese entonces, hazlo por hecho. Porque quiero visitarte cuando la lumbre salga de tus entrañas, para que te des cuenta que lo tuyo lo traigo en la sangre. Para que me des el sí cuando te pida que me aceptes de nuevo. Cuando te reitere que mi corazón cachanilla siempre ha sido tuyo.

 

AUTOR: Pedro Chávez