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Las peripecias de un cachanilla – I

By April 20, 2016 June 4th, 2019 No Comments

Albrook AFS, CZ.jpg 3IMAGEN: Entrada a la base aérea Albrook, Zonal del Canal, República de Panamá. Mi barraca estaba ubicada en la planta alta del edificio en el lado izquierdo.

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PRIMERA ENTREGA. INTRODUCCIÓN Y UN POCO DE MÍ.

Soy mexicano, pero en mis venas se han metido rasgos de todos lados. Es que he sido muy vago y por cosas de la buena fortuna he andado por varios rincones del mundo. Allí he conocido otras gentes, otras costumbres, otras culturas. Me ha ido bien. No es que sea un ricachón, de esos que tienen lana (dinero) para lo que se ofrezca. Para viajar, para andar por aquí y por allá, viviendo la vida sin preocupación alguna. Nada que ver. Soy una persona normal, alguien que a los setenta y tantos años de edad, tiene que trabajar de sol a sol para ganarse el pan de cada día.

Bueno, a la mejor no es para tanto. Eso de sol a sol lo hice cuando estaba recién llegado a los Estados Unidos, cuando trabajé en los campos agrícolas de California. Lo que hago ahora es rascarle por todos lados para sacar para la papa (en sentido figurado). A veces rasco mucho, a veces nada. La mera verdad, trabajo porque me gusta trabajar y porque a pesar de la edad, todavía tengo muchas metas que cumplir. Les digo todo esto en forma de introducción, para que me conozcan mejor. Me gusta escribir; lo he hecho desde chico, y me gusta contar un montón de tarugadas, cosas que tienen mucho que ver conmigo, pero también con la mayoría de ustedes, sin importar en qué país hayan nacido o crecido o en qué lugar vivan ahora. En cierta forma a todos nosotros los terrícolas nos suceden cosas parecidas, incidentes similares, peripecias semejantes.

Aunque tengo una infinidad de anécdotas que contar, sobre curiosos detalles que ocurrieron cuando vivía en México y durante todos los años que tengo de vivir en Estados Unidos, mi plan es contarles primero sucesos que se desarrollaron cuando estaba acantonado en una base aérea en la Zona del Canal, en Panamá. Tenía menos de dos años en la Fuerza Aérea y todavía no cumplía los veintiuno cuando llegué allí, en enero de 1967. Aunque el compromiso inicial era de sólo año y medio, me quedé en esa base por casi cuatro años. Me gustó montones ese lugar. Viajé por casi todos los rincones de ese pequeño país y llegué a conocerlo como la palma de mi mano. Aprendí a quererlo y a sentirme casi panameño. También llegué a conocer allí gentes de todos los rumbos de nuestro querido hemisferio, más que todo a cadetes que venían a estudiar en la academia militar a la cual yo estaba asignado. Casi todos eran chamacos, así como yo. Conviví con ellos y a veces nos fuimos juntos de parranda.

Entre paréntesis, cachanilla es una yerba que crece como loca en Mexicali y en su valle, la tierra donde yo nací. Tenía múltiples usos. Se usaba para construir casas de adobe, para erigir cercas, pero más que todo para pegarles a los chamacos cuando se portaban mal. A nosotros, a los de ese pueblo, nos llaman cachanillas.

No creo mucho en eso de los astros, pero a la mejor hay algo de cierto en ellos. Soy del 19 de julio, del signo cáncer. Soy hombre de familia y medio romántico. Diría que también cumplidor. Me gusta el vino tinto. Aprendí a tomarlo cuando viví en España. Lo tomo todas las noches ahora. Me gusta la música y las películas de antes. Crecí con las de Pedro Infante, de Jorge Negrete, y de Cantinflas, pero también con cintas argentinas, las de aquel entonces, protagonizadas por Hugo del Carril, Libertad Lamarque, y Niní Marshall. Compongo canciones; tengo más de sesenta de ellas. No se las he ofrecido a nadie, pero una de ellas, «Una hembra bien plantada», se la compuse a Jenny Rivera. Se la pensaba enviar, pero antes de hacerlo se mató la pobrecita. Está buena la canción, al igual que otra, «Te largaste»; las dos las tengo en YouTube. Mi ilusión es que un días las cante La Sole (Soledad Pastorutti). Me creo poeta también, pero no les llego ni a los talones a los juglares de antes.

Soy un soñador empedernido y medio aventado. He metido varias veces la pata en eso de los negocios, pero no me quejo y no me rajo. Sigo adelante. Creo que nuestras tierras, nuestras gentes, se van a transformar pronto, durante las próximas dos o tres décadas, y que todos nos vamos a zafar del atolladero que por siglos ha mantenido a la mayoría de nuestros hermanos y hermanas en la pobreza. De ello estoy seguro. No van a ser caudillos ni falsos mesías los que van a provocar dichos cambios. Les va tocar a las fuerzas económicas causar esa transformación. Es que el mundo está cambiando, aunque muchos no lo crean. Después les cuento un poco más sobre ese tema.

Por ahora los saludo con afecto desde el norte de Tejas, desde estas tierras gringas que antes eran mexicanas, y antes de eso españolas. Después de que fueran tierras de los nativos y de los animales que por aquí rondaban, hace ya un montón de siglos. Cuando era tierra de nadie.

AUTOR: Pedro Chávez