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Los fantasmas de mi tierra

By October 12, 2016 No Comments

muertos-8-1IMAGEN: Tomé esta foto hace dos años desde el pasillo de un centro comercial de Frisco, Texas. Esta tienda es una de las que promueven el día de los muertos con ventas.

 

Ahora que ya estoy medio viejo no creo en fantasmas ni en almas en pena ni en mil de otras cosas por el estilo. Tampoco creo en La Llorona ni en otras almas de leyendas o en mujeres que regresan del más allá a pagar por sus malas obras. Sin embargo, cuando estaba chico y vivía en la colonia Cuauhtémoc, en Mexicali, en aquel terruño que tenía poco de haberse convertido en pueblo, sí que me causaban pavor todos esos aterradores seres.

Es que esos canijos espíritus salían por todos lados, especialmente durante lo más oscuro de la noche. Nuestra madre le echaba la culpa al río Colorado. Decía que cuando ese caudal crecía, en pleno verano y allá en los ayeres, mucho antes de que se construyeran compuertas y canales para desviar las aguas (antes de que vivieran mexicanos en esos lares), no sólo se inundaba el valle de Mexicali, sino que el río arrastraba con huesos y esqueletos completos que a su paso se le atravesaban y los depositaba en nuestra tierra.

Una vez que bajaban los niveles de la inundación, ella explicaba, miles de almas en pena llegaban a ese lugar a buscar los últimos rastros de sus dueños, osamentas que en el antaño fueran parte de esos seres cuando eran de carne y hueso.

Eso decía ella y nosotros lo creíamos. Lo mismo repetía nuestra abuela, la nana Cuca, la mamá de nuestra mamá. Ella sí que era experta en esa materia de fantasmas y de almas en pena, pues era oriunda de Uruapan, Michoacán, lugar donde esos espíritus abundan y noche tras noche todavía salen a hacer de las suyas. Eso era lo que aseguraba nuestra abuela que en paz descanse.

Deben de entender entonces porque yo les temía tanto a esos fantasmas. Para colmo de todos los males, una noche de esas bien calurosas, que no me voy encontrando con uno de esos espíritus en la recámara principal de nuestra casa. Yo no llegaba todavía a los diez años de edad en dicha ocasión.

Como a eso de las tres o cuatro de la mañana me desperté con ganas de orinar. Conforme pasaba por el cuarto de nuestros padres, observé a una mujer sentada en un lado de la cama. Tenía el pelo largo; con una mano lo acariciaba y con la otra lo peinaba. Yo pensé luego luego que era mi madre. Pero me dio miedo la figura, pues no podía discernir completamente quién era. Estaba muy oscuro y por cosas del miedo preferí no acercarme mucho a ella.

“Mamá”, le dije varias veces, pero nunca me contestó, pero esa mujer siguió peinándose y acariciándose el pelo. Me asusté, no cabe duda. ¿Para que les voy a mentir? Me entró terror y después de observar esa aparición por varios segundos, me regresé como bala a mi cama y me aguanté eso de la orinada.

El día siguiente le conté lo sucedido a mi mamá. Ella me explicó que era imposible que fuera ella. Hacía años que no portaba el pelo largo. Tiene que haber sido un espíritu, me dijo seriamente.

“Esos cabrones andan por todos lados”, agregó. Así hablaba ella a veces; usaba unas palabrotas, especialmente cuando andaba enojada.

Tenía algo de razón nuestra madre, pero a la vez se dejaba llevar por todo eso que en aquellos tiempos se contaba sobre los fantasmas. En realidad no existen. Son puras ilusiones que uno mismo se crea cuando a mediados de la noche nos despertamos y todavía nos encontramos bajo el hechizo de sueños tontos. Digo yo.

Pero acá entre nos, tampoco quiero descartar la posibilidad de la existencia de cierto tipo de fantasmas, especialmente aquellos que regresan del más allá para recordarnos que la vida es canija y que si no nos portamos bien, nos va llevar la chingada.

Me van a perdonar, pero yo también uso palabrotas de vez en cuando, más que todo cuando recuerdo esos sustos de antaño, especialmente aquél que me dio aquella vieja (la fantasma), la que se peinaba y peinaba a mediados de la noche.

NOTA: Escribí este relato chusco en ocasión del venidero día de los muertos, una celebración en la cual viene a la mente eso de fantasmas y de seres del más allá.

DATO CURIOSO: Los gringos se apoderan de todo, incluso de nuestros festejos. Ahora les ha dado por celebrar el día de los muertos, pero con un giro estadounidense, con ventas de máscaras y toda clase de chucherías relacionadas con la muerte, espíritus, y criaturas que regresan a este mundo a asustarnos. ¡Me lleva la calaca!

 

AUTOR: Pedro Chávez