AnécdotasEspañol

Plática, Soda y Pan Mexicano

By October 7, 2016 No Comments

preparatoria-mexicaliFOTO: Escuela Cuauhtémoc a principio de los años sesenta. Por las tardes se convertía en la preparatoria de Mexicali.

 

Cuando estaba chico y vivía en Mexicali me gustaba mucho la Pepsi. Me tomaba dos botellas de esa gaseosa por día, las de tamaño normal. Una de ellas la consumía en el transcurso de la mañana y la acompañaba con una pieza de pan dulce. Generalmente me iba a una tiendita en la esquina suroeste de la calzada Compuertas y la calle Buenos Aires, cuyos dueños de apellido Ruiz procedían de San Juan de los Lagos, Jalisco, y allí me echaba mi soda y me comía mi pan.

Entre paréntesis, nosotros los cachanillas les llamamos “sodas” a los refrescos gaseosos; nos hemos agringado. Somos algo diferentes también y es muy de nosotros tomarnos una soda con pan en la mañana. Eso me lo han comentado gentes de otros lares. Mientras que el resto de México toma chocolate o café con pan a esas horas, dicen ellos, nosotros tenemos que tomarnos una Pepsi o una Coca con pan dulce. Agregan que nuestra costumbre no tiene sentido.

En mi caso, el rito mañanero de la soda y el pan fue fomentado no sólo por eso de ser una cuestión de costumbres, sino por otras necesidades más que todo sociales. Además de consumir ese inusual desayuno, aprovechaba la ocasión para echar una platicada, hablar de política, de las noticias del día o sobre otros detalles que se escurrían en las charlas cotidianas del momento.

Había un cuate muy inteligente y enterado en esa familia que atendía esa tiendita. Se llamaba José Luis Ruiz. Sabía de todo. Nunca me enteré en qué escuela aprendió tanta cosa, pero era bonito platicar con él sobre toda clase temas, a pesar de su ultraderechismo y fanatismo religioso. Durante aquel diálogo entretenido, yo le daba mordiscos al pan y lo bajaba con tragos de soda.

La segunda botella de Pepsi me la tomaba por la tarde, casi siempre en la misma tiendita, aunque una vez que empecé a ir a la preparatoria, allá por el sesenta y uno y sesenta y dos, consumía ese refresco durante uno de los descansos entre clases. La compraba en la fondita del lado este de ese edificio de la escuela Cuauhtémoc y allí disfrutaba mi soda. Muchas veces me gasté el dinero del pasaje del camión de regreso a casa sólo por tomarme esa gaseosa. Y por supuesto, me regresaba a mi colonia a pie.

Dato curioso: ya no me gusta la Pepsi; prefiero la Coca Cola. Es la que le pongo a la cubita que me tomo antes de irme a dormir. Algo triste: a pesar de ser un cachanilla con todas las de la ley, ya no voy a tienditas a tomarme mi soda con una pieza de pan y a echarme una platicada. No es que no tenga ganas de hacerlo, lo que pasa es que por estos rumbos en donde ahora vivo, casi todo se hace por Internet. El pan se ordena de esa manera, también las sodas si así lo deseas. Incluso las platicadas (a través de mensajes). Parece que nadie tiene tiempo para hablar en persona, ni siquiera por teléfono.

Ay, como me hace falta mi tierra.

 

AUTOR: Pedro Chávez