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Un cumpleaños muy especial para don Álvaro

By November 30, 2016 November 28th, 2023 No Comments

bomberos-1IMAGEN: Don Álvaro inspecciona su propiedad. Tenía como vecino a la academia nacional del Benemérito Cuerpo de Bomberos de Costa Rica (la torre en el fondo es parte de esa escuela). OTRAS IMÁGENES: La parte de abajo de la propiedad que en un tiempo rodeó la fábrica de muebles. También, imágenes de una rosa y frutas que él cultiva en los patios de su casa. Fotos tomadas en abril del 2013.

 

Mañana, primero de diciembre de este año dos mil dieciséis, va a ser un día muy especial para don Álvaro Masís Loaiza. Le va llegar a los cien años de vida. Por supuesto, si Dios le da licencia. Así aclaramos nosotros los mexicanos todo lo que está por suceder. Él es tico (de Costa Rica). Los ticos deben tener un montón de frases parecidas, especialmente él, pues parece tener un refrán listo para toda ocasión. Don Álvaro es el papá de mi esposa. Ya me imagino lo que va a comentar cuando le celebren su cumpleaños.

“Ha, ¿para qué tanto alboroto?”. Así es él; no le gusta la bulla. Pero estoy seguro que le va a encantar esa celebración.

Tengo casi cuarenta y siete años de conocerlo. Fue a finales de diciembre del sesenta y nueve que tuve que ir a su casa a pedirle la mano de su hija Vilma. La había conocido en Panamá y desde entonce me gustó montones. Tres meses más tarde me quería casar con ella. Don Álvaro se opuso al principio y trató de disuadirme, diciéndome que su hija era muy hacendosa, pero que tenía su carácter. Yo insistí y en abril del 1970 nos casamos.don-alvar-3-a

Menciono lo de la primer charla entre él y yo porque durante ese corto momento que duró esa entrevista logré apreciar la gama de acertados valores que se traslucían a través de lo expresado por el papá de mi pretendida. Entre esas virtudes vislumbraban la rectitud, la integridad y el temple de buen padre de familia.

Con el pasar de los años Vilma me ha contado un sinnúmero de anécdotas sobre don Álvaro, más que todo acerca de sucesos que acontecieron cuando todos los hijos crecían. Fueron nueve de ellos, cuatro hombres y cinco mujeres. A pesar de ser un papá muy estricto, cuenta mi esposa, don Álvaro siempre quiso mucho a sus hijos y trató de acudir a las necesidades de cada uno de ellos. Agrega que se involucraba en el cuidado de todos los güilas (así les dicen a los chamacos en ese país).anona-1

“Era bueno para los remedios caseros, también”, dice Vilma. Cuando alguno de ellos tenía una infección en el oído, por ejemplo, su papá formaba un embudo con papel del periódico, lo insertaba dentro de la oreja del enfermo y con una vela encendida hacía que el humo se fuera hacia el oído. El remedio funcionaba, asegura ella.

Igual se involucraba en todo tipo de menesteres del hogar y de la indumentaria de sus hijos. Don Álvaro, si era necesario, la hacía de zapatero y en repetidas ocasiones les puso nuevas suelas a los zapatos gastados de todos ellos. Tenía facilidad para arreglar lo descompuesto, comenta mi esposa, y especialmente para todo lo que estaba relacionado con carpintería. En una ocasión, cuando Vilma era una adolescente y había sido elegida reina de un festival del maíz, su papá le fabricó unos zapatos de madera, pues eran requeridos como parte del atuendo de dicha majestad.mangoes-1

“Recuerdo esos zapatos muy bien”, dice ella, años y años después de aquel inolvidable momento, “los hizo a la perfección y sí que estaban bonitos”.

Esos tiempos, cuando casi toda esa numerosa descendencia crecía, fueron a veces difíciles, por diferentes razones, pero más que todo económicas. Vivieron una guerra civil, la del cuarenta y ocho, que dividió al país. Hubieron pleitos, sangre derramada, y cambios que definieron un futuro incierto para Costa Rica y sus gentes. Don Álvaro trabajaba para el ferrocarril en un puesto gerencial en ese entonces. Por no sé qué razones eventualmente tuvo que abandonar ese cargo y buscar empleo en otra industria.

No cabe duda, don Álvaro (es casi seguro que) les dijo a todos en ese hogar que iban a tener que apretarse el cinturón. Es una frase que él ha usado en más de una ocasión desde que lo conozco. Es por eso que la menciono y porque estoy seguro que dentro de esas palabras se esconde el secreto que eventualmente lo llevó al éxito como emprendedor. Don Álvaro, de acuerdo con lo que yo he presenciado, no sólo ha sido capaz de ahorrar y no gastar lo que no tiene, sino también de tener la visión y la entereza para perseguir con esmero lo deseado. Fue así como eventualmente triunfó con su empresa Ferroplástica S.A., una fábrica de muebles y estufas eléctricas.limones-1-1

No tengo las fechas correctas ni todos los pormenores de cómo se involucró en ese negocio. Lo único que sé es que años después de haber perdido su puesto de gerente en el ferrocarril, don Álvaro luchó contra viento y marea para alcanzar el éxito en una pequeña empresa ubicada en una de las calles de la zona josefina conocida como La Merced. Era, como dicen, un changarro, pero ese humilde comienzo fue la cuna de un sueño que con el tiempo se convirtió en realidad y llegó a ser una enorme fábrica de muebles con sede en San Lorenzo, en el cantón de Desamparados.

Esa jornada hacia el triunfo me imagino no fue fácil. Nada es, más que todo cuando se trata de fines que valen la pena. Si les preguntara a los hijos mayores, a Mayra y a Álvaro hijo, de seguro coincidirían con ello. Mayra, me han contado, hizo lo que pudo para ayudar con el sustento de esa familia. Ella es la mayor y a ella le cayó la responsabilidad de tener que cooperar. Pero así es; lo de primogénito conlleva ciertas obligaciones.mandarinas-1-1

Una vez jubilado, don Álvaro no dejó de trabajar. Cerró la empresa y alquiló el local donde tenía esa fábrica. Eventualmente se ubicó allí un almacén del INS, el Instituto Nacional de Seguros de Costa Rica. Hace dos o tres años le vendió la propiedad al Benemérito Cuerpo de Bomberos de Costa Rica. Enseguida de ese lugar tienen su academia.

Él no descansa. Se la pasa en el patio de su casa cuidando lo que aprecia: sus árboles, sus plantas. Los cuida, los abona. Los riega en la temporada seca. Recoge las hojas y las frutas que se caen. A pesar de la edad, de vez en cuando se monta en uno de esos árboles para bajar esto y lo otro. También se sube al techo de la casa para reparar las canoas o alguna teja descarriada. Así es él. Cree que es aún un chiquillo.rosa-1-a

Acá entre nos, eso le ha ayudado a llegar al centenario. El trabajo. Y las ganas de seguir luchando.

Feliz cumpleaños, suegro. Que cumpla cien más.

 

AUTOR: Pedro Chávez