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Un mate que todavía practico

By May 21, 2017 February 25th, 2019 No Comments

IMAGEN: Foto con algunos atuendos de mi ropa interior, junto a una copia del periódico The Manteca Bee, del norte de California, donde se publicó una nota sobre un atentado a mi vida en 1993.

Mi esposa a menudo me acusa de tener mates sólo porque hago las cosas a mi manera. Uno de esos mates tiene que ver con la forma como organizo mi ropa en el vestidor. Ella es de Costa Rica (es tica). En ese país existen muchas gentes con mates, según ellos los ticos. Se refieren a personas que tienden a hacer las cosas de cierta manera, sin razón alguna. Como quien dice, los acusan de locos.

En mi caso, yo tengo mis razones por realizar algunos menesteres de cierta forma, más que todo cuando organizo mi ropa recién lavada. Llámenle mate, trastorno mental o por otro nombre, pero la mera verdad yo siempre voy a guardar mis trapos a mi manera. Los calzoncillos más viejitos, por ejemplo, los coloco en un montoncito; los más nuevos en otro. Lo mismo hago con los calcetines. Los recién lavados por debajo; los otros arriba. Así debe ser, digo yo, para que se gasten por parejo. Las aperturas de las camisas tienen que apuntar hacia el mismo lado (hacia la izquierda).

Lo dudo que mi proceder tenga que ver con un mate, pero si así es, pues ni modo. Yo no voy a cambiar.

Por mi parte, a esos mates yo los llamo hábitos. Son costumbres que uno va recogiendo conforme uno crece. En el servicio militar recogí varias de ellas. Cuando cursaba la fase básica de esa carrera castrense, me indoctrinaron a hacer las cosas así y asá. La ropa interior tenía que estar doblada de cierta forma y tener que mostrar la marca de la misma hacia arriba. También los últimos cuatro dígitos de mi número de serie tenían que verse, que en mi caso era el “0606”. Toda mi ropa estaba estampada con esos dígitos. Era para que esas prendas no se extraviaran a la hora de lavarlas. Eso nos decían. Acá entre nos, yo más bien creo que lo hacían para indoctrinarnos y convertirnos en seres sumisos, obedientes, en ovejitas, de esas que aceptan las órdenes ciegamente.

Teníamos además que usar camisetas por debajo del uniforme. Entre paréntesis, yo ya no las uso. Los calzoncillos eran tipo “boxer”, los cuales llegué a odiar, pues eran demasiado grandes y estorbaban mucho. Lo bueno es que ya no soy militar y ahora opto por otro tipo de calzoncillo. Uso los de marca Jockey, tallados al cuerpo. Son caritos esos canijos, pero generalmente yo no pago por ellos; es lo que me da de regalo mi esposa en ciertas fechas: en mi cumpleaños, en Navidad o en el día del padre.

Regresando al tema del mate, déjenme explicarles cómo es que organizo ahora mi ropa interior. Se los voy a contar porque presiento que ha de haber mucha otra gente en este planeta que hace lo mismo. El esquema, según yo, tiene que ver con dos pretextos: el militar, del cual ya les platiqué, y algo que me inculcó mi mamá. Ella decía que en la calle uno tenía que andar con buena ropa interior. En caso de un accidente.

Desafortunadamente, parece que mi mamá se equivocó. Cuando ocurren los accidentes, se engendran otras prioridades. Tomen un caso mío, por ejemplo. En marzo del año mil novecientos noventa y tres, un hijo del tal por cual decidió enterrarme dos puñaladas en la espalda. Tenía apenas diecisiete años de edad ese infeliz. Lo hizo a traición, mientras yo colocaba mi raqueta y mi mochila en mi camioneta, después de haber jugado varios partidos de frontón tenis (ráquetbol) en un club del norte de California. Lo hizo también para ver qué se sentía al acuchillar a alguien, de acuerdo con lo expresado en el juicio donde ese chamaco fue encontrado culpable de tratar de matarme.

Les cuento sobre ese incidente porque fue por medio de dicha experiencia que me cercioré que la condición de la ropa interior importaba un comino a la hora de sufrir un accidente. En el hospital me quitaron el calzoncillo, pues estaba completamente empapado con sangre. No se notaba ni el desgaste del mismo ni la marca. Lo metieron a una bolsa plástica como evidencia, la cual fue eventualmente entregada a mi hijo para que se la llevara a casa. Eso de andar con buena ropa interior cuando uno sale, como que valió un cacahuate.

Sin embargo, yo sigo practicando lo mismo. Sigo con mi mate. Después del baño de la mañana me pongo un calzoncillo que agarro del montoncito que tiene los mejorcitos, ya que voy a andar en la calle. En la noche, luego de la ducha nocturna, me pongo uno de los más gastados. Ya ven, a pesar de todo, sigo igual de loco. Y con mi mate.

Saludos desde le norte de Texas.

AUTOR: Pedro Chávez