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La Kress, nuestra tienda en Calexico

By July 13, 2017 March 21st, 2018 2 Comments

IMAGEN: Entrada a Calexico (Estado Unidos) en aquellos años de antaño.

 

 

Casi siempre me tocaba acompañar a mi mamá cuando iba de compras a Calexico en los años cincuenta. Mi hermana mayor Amanda también iba con nosotros y lo mismo hacía Armando, un hermano menor, el que seguía. Éramos un montón de hermanos y hermanas, pero no a todos les tocaba participar en esos viajes. Sólo a los mayores.

Aunque tenían su lado positivo esas visitas a ese pueblito fronterizo, eran también a veces aburridas, pues había que estar esperando que mi mamá viera esto y lo otro en las tiendas de telas y ropa. Se tomaba su tiempo además para decidir qué comprar, para poder adquirir todo lo que necesitaba con el dinero que traía.

Esos viajes a las tiendas de ese lugar vecino generalmente empezaban en la Kress, un súper almacén abarrotado con productos americanos pero también del Japón, que en esos tiempos se consideraban baratos y mal hechos. Me desesperaba en los pasillos de la tienda, mientras nuestra madre minuciosamente exploraba las mesas llenas de telas, vestidos y otros productos para el hogar. Lo único que me entretenía era la sección de juguetes, pero también unos carritos voladores que transportaban las facturas desde las cajas registradoras hasta una oficina central. Así eran esos tiempos, todo se manejaba a la antigua y se controlaba desde ese punto estratégico. Era bonito ver esos carritos. Viajaban a gran velocidad, colgados de alambres en el cielo raso del edificio, acarreando las facturas de todo lo que se vendía. Corrían como locos por todos lados.

Como ya les dije, en la sección de juguetes sí me entretenía. En ese zarzal me perdía, jugando con avioncitos, cohetes del espacio, soldaditos de plástico, tanques de guerra, y no recuerdo qué más. Era bonito perderme allí, en ese mundo de fantasía, entre juguetes baratos, los anhelados por nosotros los niños de aquel entonces. Una vez que hacía sus compras nuestra madre, se iba a esa sección de la tienda a buscarme. Sabía que allí me encontraría.

Algo curioso, ahora que estoy medio viejo y que ando de metiche observándolo todo para tratar de escribir sobre el mundo que me rodea o que me ha rodeado, sigo igual de curioso, así como era yo en aquel entonces cuando me perdía en la sección de juguetes de aquella tienda Kress. Sigo igual de mirón. No he cambiado nada, excepto que en lugar de juguetes, hoy en día me atraen otras cosas: lo sencillo, lo maravilloso y lo incomprensible.

Pero regresando a la plática de esas expediciones a Calexico y a esas tiendas del “otro lado”, las del lado gringo, déjenme contarles que en ciertas ocasiones nuestra madre premiaba nuestra paciencia y compañía con un inesperado convite. Nos llevaba a un lugar muy especial. Al expendio de Hires Root Beer. Estaba ubicado junto a la entrada del costado norte de la Kress. Era pequeño y angosto, pero repleto de agradables aromas, pues además de “root beer” se vendían también los mentados “hot dogs” (perritos calientes). El refresco (supuestamente hecho de raíces y fermentado por medio de una fórmula secreta) era una delicia, especialmente en el verano, cuando las temperaturas ambientales en esa región alcanzan cifras mayores que las del infierno.

La bebida se servía en tarros gruesos de vidrio, casi congelados. Cada taza de root beer sólo costaba cinco centavos de dólar. Si le quedaba dinero después de hacer sus compras, nuestra madre nos invitaba una de esas bebidas para compartirla entre todos. También un perrito caliente. A mí me gustaba ponerle mostaza, salsa de tomate y pepinillos agrios a la salchicha. Pero no a mi hermana mayor. A ella sólo le gustaba con tomate y así nos comíamos el hot dog. No nos quedaba otra. Ella mandaba. Pero yo me las cobraba. Cuando me tocaba darle el mordisco, se lo daba bien grandotote.

Mirándolo bien mirado, eran bonitos esos viajes a Calexico. Allí había de todo y era muy fácil cruzar a los Estados Unidos. Aceptaban pesos también y parecía que todos los gringos se ponían contentos al vernos llegar. Ya no. Es que los tiempos han cambiado.

 

AUTOR: Pedro Chávez

 

2 Comments

  • Daniel Ordorica says:

    Todavía venden los hot dogs y el root beber en el mismo lugar. La Kress hace mucho que desapareció…