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Un día especial, el de acción de gracias

By November 22, 2017 No Comments

IMAGEN: Mika, la perrita Cocker Spaniel de nuestra hija.

 

Mañana se celebra el día de acción de gracias por estos rumbos. Fue una tradición que empezó hace más de dos siglos, cuando los pioneros (los peregrinos) que vivían en una de las colonias que eventualmente pasaría a formar parte de los Estados Unidos, decidieron reunirse y dar gracias por estar aún vivos. Es una leyenda. Nadie en realidad sabe cómo, cuándo y porqué se reunieron dichos inmigrantes del viejo continente. Lo que sí se sabe es que ese legendario acto de antaño se ha convertido en un día feriado para los habitantes de Gringolandia.

Es por eso que todo mundo habla de dar gracias ahora. Por supuesto, sólo en dicho día. Las familias se reúnen y casi siempre comparten un pavo, a veces jamón, ven fútbol (el americano) y a menudo se pelean entre ellos mismos. Así son los gringos; no son de familia. Eso me cuentan y yo lo creo. Son muy diferentes a nosotros los mexicanos. Nosotros sí que disfrutamos estar en familia. Digo yo.

Existe un chiste que leí en algún lugar, el cual menciona que cuando los gringos se van de vacaciones se dirigen a destinos lejanos de sus familias. Desean alejarse de dichos parientes. El mexicano, de acuerdo al chiste, viajan a lugares donde se encuentran los familiares. Para estar con ellos. Claro, existe también la posibilidad de que visiten a familiares para no pagar hotel. No se enojen. Lo digo en forma de broma.

En nuestro caso, mañana va a ser un día especial. No lo vamos a celebrar en familia porque estamos muy lejos de todos. Nuestra hija se fue a Colombia para participar en la boda de una amiga. Nuestro hijo está en California. También los nietos y un montón de otros parientes. Así que nada de pavo. De por sí no me gusta. A mi esposa tampoco, a menos que tengamos visita y lo cocine sólo para que se vea bonito, para colocarlo en el centro de la mesa y cortarlo en tajadas para que sea disfrutado por los comensales.

Mañana, en lugar de pavo vamos a comer costillas de puerco preparadas por un servidor. Pero antes de que eso ocurra, voy a tener que hacer lo siguiente. A pesar de no tener que trabajar por ser un día feriado, me voy a levantar temprano, pues me tocó cuidar la perra de mi hija y estoy seguro que para eso de las cinco de la mañana, ella y Oreo (el can que heredé, y el cual era de mi hija) van a ladrar con gusto para que los saqué del cuarto en el que duermen. Ya los conozco. Son canijos esos perros. Se llama Mika la perra. Está requete chula, pero Oreo no la quiere. Es que él está ya viejito y la mentada Mika está todavía chamacona. Y es además juguetona. Le encanta molestarlo. A veces le coloca la pata sobre la escalera para que él no pase. Es mucho más grande que él también.

Mika me recuerda a una compañera de la secundaria Nocturna Treinta. Era de apellido Équis. Se sentaba en el primer mesabanco, en la entrada del salón de clases. Casi siempre sacaba el pie cuando por allí yo pasaba; con la intención, por supuesto, de meterme una zancadilla. Era tremenda esa compañera. Lo dudo que yo le gustara. Lo hacía, creo yo, porque a veces así son las hembras. Quieren ver a los machos caer. Lo bueno es que nunca caí. Pero ese cuento es para otra ocasión.

Después de sacar los perros para que hagan sus cosas y de dedicarme a escribir un poco, espero que mi esposa se porte bien y prepare un gran desayuno a la mexicana. Una torta de huevo con jamón y queso, bañada con salsa brava y acompañada con tortillas de maíz. Ella es de Costa Rica, pero sí que ha aprendido a cocinar al estilo de nuestra tierra. Claro, después del desayuno me va tocar trabajar en el jardín. Eso ya es un hecho. Tengo que podar los arbustos para que estén listos para después colocarles las luces de Navidad. Ni modo; esa es mi chamba.

Pero lo mejor de todo sigue después. Como a eso de las tres de la tarde voy a encender el asador y una vez que esté listo, bien caliente, voy a cocinar unas costillas de puerco al estilo mío. Embarradas con una salsa secreta, cerveza, paciencia, y bastante amor al arte. Durante el trajín me voy a tomar unas dos Tecates. Cuando nos encontremos en la mesa mi esposa y yo, disfrutando de tan sabroso manjar y un buen vino tinto, voy a dar gracias por tener aún fuerzas para trabajar, para escribir, para cuidar perros, y poder hacer lo que me gusta.

Me voy a chupar los dedos, no cabe duda, porque así se comen las costillas. Y así también se vive la vida. Con ganas. Digo yo.

 

AUTOR: Pedro Chávez