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El mero día de San Valentín

By February 14, 2018 No Comments

IMAGEN: Tarros, bolsitas de papel y golosinas (de Vilma) para el día de la amistad.

 

NOTA: Parte de la siguiente anécdota fue publicada por primera vez en mi página personal de Facebook hace dos años. Me encontré la nota hoy y me pareció apropiado darle una arregladita y difundirla de nuevo. Espero les guste.

* * *

Ya que estamos en eso de San Valentín, me voy a tomar la libertad de contarles un poco de esto y lo otro acerca de mis esposa Vilma. Espero que ella no se moleste conmigo por andar divulgando detalles supuestamente discretos, aunque lo dudo que se dé cuenta pues se mete poco a mis páginas de Facebook. Eso creo yo.

Pero acá entre nos, lo que pienso contar no es nada secreto, nada confidencial; es más bien lisonjero, halagador, cosas que a nosotros los hombres a veces nos cuesta decir y que no las decimos por no sé qué razón. Son detalles, sin embargo, que valen ser recordados en este día de los enamorados.

Pensándolo bien, a la mejor le muestro a ella lo que pretendo escribir e incluso se lo leo una vez que sea publicado en mi blog y en otros sitios del Internet en los cuales me atrevo a plasmar mis tarugadas.

Me dieron ganas de escribir esto más que todo porque me impresionó algo que ella confeccionó, algo relacionado con el día de San Valentín, una fecha festiva que también se ha convertido en el día de la amistad. La vi trabajando varias noches, pegándole adornos a unos pequeños tarros de vidrio y unas bolsitas de papel. Se miraban a todo dar esos regalitos (como se puede apreciar en la imagen adjunta). Preparó galletas también, esas que las llaman “brownies” por estos rumbos gringos. Se miraban deliciosas esas “cookies”, y casi me robo una antes de que las metiera en las bolsitas, pero no me atreví a hacerlo. Me imaginé que tenía todo bien contado y que si lo hacía me iba a cachar. Así es ella, todo lo cuenta.

Mi esposa siempre ha sido bien hacendosa y trabajadora, pero con el pasar de los años se ha hecho también buena para eso de la repostería y las manualidades. Lo curioso es que lo hace en su tiempo libre, siempre bien apurada y de noche, ya que a pesar de los años vividos, sigue chambeando para otros, aunque sólo sea a tiempo parcial. Ya tiene más de una década representando los productos de Boar’s Head en tres cadenas de supermercados aquí en el norte de Texas. Le gusta esa labor. Habla de los productos, los da a probar, y platica montones con la gente.

Eso de hacendosa, entre paréntesis, yo ya lo sabía antes de casarme con ella, pues su papá me lo dijo cuando fui a la casa del ahora suegro a pedir la mano de Vilma. Fue en San José, Costa Rica, durante las fiestas de fin de año de mil novecientos sesenta y nueve. La mera verdad, él no quería que ella se casara conmigo, con un mexicano, ya que nosotros los de esa tierra de Pedro Infante y Jorge Negrete teníamos muy mala fama en ese país centroamericano. Nos acusaban de parranderos, de enamorados y de otras cosas. Me imagino que fueron las películas mexicanas las que nos marcaron con esa fama. Él trató de desanimarme y me advirtió que esa hija era la más difícil, la más enojona y que me iba a dar cuenta de ello si me casaba con ella. Pero me contó también que no había nadie como Vilma cuando de cosas del hogar se trataba. Agregó que era diestra en la cocina y en la confección de antojos dulces. Y que trabajaba con arrojo.

Yo era muy aventado en aquellos tiempos; nada me espantaba. Aunque sólo teníamos pocos meses de conocernos, yo estaba seguro que esa tica (costarricense) era para mí. Me gustaba montones. Delgadita de cintura, así como lo dice una canción de ese país. Linda también.

—Con el tiempo vamos a aprender a entendernos —le dije a su papá.

Yo creo que a mi futuro suegro no le gustó mi respuesta, pero me dio el sí de todas maneras. Menos de cuatro meses después, el once de abril de 1970, nos casamos y nos convertimos en una combinación mexicana y tica de Los Picapiedra. Pedro y Vilma.

¡Ajúa!, como decimos nosotros, o pura vida, como dicen en su tierra.

 

AUTOR: Pedro Chávez