AnécdotasEspañol

Las sabrosas frutas del huerto de mi suegro

By April 20, 2018 July 12th, 2020 No Comments

IMAGEN: Limón agrio, en la huerta del suegro, en San José, Costa Rica. Foto tomada en abril del año 2013.

Creo que fue en mil novecientos sesenta que fui a ver la película llamada “Ceniciento”. La protagonizó el comediante americano Jerry Lewis. Fue una parodia del conocido cuento de los hermanos Grimm. La vi en el cine Cali, estoy casi seguro, en el centro del pueblo que me vio nacer, Mexicali. Se me hizo cómico el film, pero más que todo nunca he llegado a olvidar una escena en la cual “Ceniciento” abre una de las ventanas de la cocina, jala una rama repleta de naranjas y agarra algunas de ellas para preparar un fresco jugo con esa fruta.

Fue a todo color esa película y acá entre nos eso de las naranjas se miraba a todo dar. La mera verdad, la casa donde ese Ceniciento vivía era también bien bonita. Eso sí, él tenía que residir en ella y trabajar allí como un incansable sirviente. Me gustó la casa, sin embargo, y toda esa elegancia tecnológicamente recalcada con todos esos colores creados por los avances de la cinematografía “Technicolor”. Pero, de nuevo, eso de poder jalar la fruta desde la ventana de la cocina sí que me impresionó.

Años después, montones de años después, he podido medio duplicar esa escena en la casa del suegro, en San José, Costa Rica. Su casa no es igual de lujosa que la de la parodia del famoso cuento, pero sí que tiene árboles frutales. El suegro, don Álvaro, los plantó. En su lote hay de todo. Es un tremendo huerto. Y todo creado y mantenido por ese señor que para diciembre llega a los cien dos años de edad.

Cada vez que lo visito disfruto de ese huerto. Aunque no saque la fruta a través de una ventanilla en la cocina como en la película, todas esas delicias se encuentran disponibles a pocos metros de distancia. Hay mangos, mandarinas, jocotes, membrillos, naranjas, limones y no sé qué más. Ah, pero también aguacates mexicanos, esos cuya cáscara es tan delgada que hay que comérsela también. Yo agarro de todo cuando lo visito y lo guardo dentro de la casa. Para eso de la mañana, corto en tajadas un montón de esa fruta y como buen mexicano le pongo bastante chile en polvo y limón. Después me la como.

Para eso de la noche, cuando me siento con ganas de echarme una cubita (o dos), ¿desean adivinar qué fruta le pongo a dicho roncito? Además de Coca Cola, a esa bebida le pongo no sólo bastante ron, sino varias gotas de uno de esos limones que con anterioridad ya había recogido en la huerta del suegro. Saben sabrosas esas cubitas. Me imagino que ese sabor se debe a lo fresco de esa bendita fruta, y de esos jugosos y accesibles limones que abundan en el huerto del suegro.

AUTOR: Pedro Chávez