AnécdotasEspañol

Los frijoles nunca faltan, aunque sean de lata

By May 9, 2018 February 13th, 2019 No Comments

IMAGEN: Frijoles de la olla con salchicha picante, papa y chiles serranos; todo acompañado con una sabrosa ensalada, aceitunas de dos tipos y un buen vino australiano.

«La necesidad es la madre de la invención», reza un conocido refrán, el cual me cae como anillo al dedo cuando mi esposa no está en casa y me toca a mí preparar el sustento diario. Claro, lo más práctico sería comprar una pizza o comida china, u otra vianda de esas «rápidas», de esas que están listas para sólo meterles el diente. Pero no lo hago, aunque a veces me dan ganas de hacerlo. El problema es que traigo varios kilitos de más y la pizza y la comida rápida como que no son muy buenas opciones para nosotros los que sufrimos de sobrepeso.

Pero antes de que les platique sobre un manjar que me preparé hace un par de días, voy a hacer un pequeño paréntesis y explicarles que por varios meses del año me quedo solo en casa por diferentes razones, mayormente porque a mi esposa Vilma (la señora Picapiedra) le toca el turno de irse a Costa Rica a cuidar a su papá, quien ya rebasó los 101 años de edad. Otras dos de sus hijas, que también viven en los Estados Unidos, hacen lo mismo durante los otros meses del año. Es bueno eso de cuidar a los papás y las mamás cuando lo necesitan. El suegro todavía está bien, física y mentalmente, pero requiere de alguien que no sólo lo cuide, sino que no lo deje andar trepándose en los árboles frutales del patio de su casa, a bajar esto y lo otro. Él cree que aún está chamaco.

Regresando a lo del manjar que yo solitito preparé hace poco, vale aclarar que yo no soy ningún chef ni nada por el estilo, pero que sí me las ingenio para salir de apuros y comer algo placentero durante las ausencias de doña Vilma. La razón de ello, debo informarles, es que siempre estoy preparado para la ocasión. Como dice el dicho, «hombre precavido vale por dos». Ése es mi secreto. Me surto de antemano en el súper con todos los ingredientes que posiblemente pueda necesitar en una de esas noches de hambre y soledad. Ensalada ya preparada, galletitas, quesos, aceitunas, todo tipo de salchichas, zanahorias tamaño mini, papas frescas y tortillas de maíz y de harina. Del vino no me preocupo; ése lo compro en cajas cuando está en oferta, a veces con un treinta por ciento de descuento. Es por eso que mi humilde bodega familiar siempre se encuentra bien surtida con buen vino, del bueno y barato, por supuesto, porque fue bien comprado.

Como a eso de las seis de la tarde me puse a preparar mi cena. Ya tenía todo bien pensado y como hacía tiempo que les traía ganas a unas salchichas picantes, unas muy populares por estos rumbos tejanos, fue lo que usé como ingrediente principal del primer plato. Es que soy de tendencia carnívora. Corté dos salchichas en trocitos y los eché en el sartén. Después les agregué una lata grande de frijoles de la olla marca Goya. Valga la rima. Es que me gustan mucho los frijoles, especialmente los que cocina mi esposa, pero cuando no hay de esos, los de dicha marca son un buen sustituto. Mientras calentaba esa deliciosa mezcla, cociné en el horno microondas una papa de buen tamaño. Una vez lista, la corte en trozos también y los eché encima de la mezcla de salchicha y frijoles. Me preparé además una pequeña ensalada y luego puse todo en la mesa para tomarle una foto a dicho manjar, con el fin de que acompañara este escrito.

Una vez sentado a la mesa y después de haberle dado el visto bueno a mi invento culinario, me di cuenta que no había calentado las tortillas de maíz y que tampoco había partido el aguacate en tajadas, para usarlas como guarnición de la ensalada y además agregarle sabor. Así que tuve que abandonar la mesa y terminar mi chamba adecuadamente. Es que así pasa cuando uno no tiene experiencia en eso de la cocina o la habilidad para hacer más de una cosa a la vez. Digo yo. Acá entre nos, a las mujeres no se les dificulta eso de las multitareas. Lo digo por mi esposa. Ella tiene ese don que en inglés se llama “multitasking”. Vilma puede tener varias ollas y sartenes en el fuego y a la vez cortar verduras, lavar platos, hablar por teléfono, sosteniéndolo contra la oreja con la ayuda de uno de sus hombros, y además ver su telenovela preferida. Así es ella; es una multitareas excepcional.

Yo no soy así. En la cocina, por ejemplo, cuando trato de hacer más de una cosa a la vez, generalmente se quema algo. Eso sucede a menudo con las tortillas; casi siempre se me olvida una de esas inocentes pobres amigas sobre el fuego y sin querer las abandono. Es que no sirvo para las multitareas, más que todo cuando trato de aprovechar el tiempo para hacer otras cosas y me pongo a tomar vino antes de tiempo, porque pienso que se va a acabar el tiempo y no se le puede dar más tiempo al tiempo. Ya ven, ya me confundí y me puse a recordar letras de canciones que a la mejor ya nadie recuerda porque son bien viejitas como yo. Lo peor de todo es que ni siquiera media copa de vino me tomo durante esos deslices.

En cuanto al manjar de la otra noche, déjenme decirles que después de sentarme a la mesa de nuevo, rellené varias tortillas de maíz con esa suculenta mezcla de frijoles, papa y salchicha; les agregué tajadas de chile serrano y aguacate, y luego me comí lentamente esos tacos a la Pedro Chávez. Estaban a todo dar. Abrí también una lata de aceitunas españolas, rellenas con trocitos de anchoa y también marca Goya, y con ellas le di un toque vasco a la ensalada. Pensaba tomarle otra foto al manjar antes de comerlo, pero se me olvidó. Estaba demasiado atareado y entusiasmado con tanta ricura.

De todas maneras, disfruté lo que yo mismo preparé (con la ayuda de los productos ya casi listos). El vinito le dio el toque de oro al momento. Además de sabroso, ese jugo de uva de los dioses siempre perdona mis errores y al tomarlo me alegra el alma. También me hace recordar una poética y popular frase que de rigor mencionan los españoles al brindar con cualquier tipo de vino: «Salud, amor y pesetas y el tiempo para disfrutarlos».

AUTOR: Pedro Chávez