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Feliz año nuevo 2019

By December 30, 2018 No Comments

IMAGEN: Mexicanos celebran en el Zócalo, México, Distrito Federal.

Los años llegan y los años se van. Casi todos nosotros los humanos celebramos el final de un ciclo en el calendario con regocijo y esperanzados brindamos para que el año que viene nos engalane con lo soñado. Son cosas de nosotros los humanos. Somos incautos y esperamos que el futuro sea mejor que lo que quedó atrás. Para celebrar dicho nuevo comienzo tomamos copas repletas con brebajes burbujeantes y con embeleso abrazamos a propios y extraños, deseándoles lo mejor para el año que viene. Cantamos, bailamos, festejamos el pasado y auguramos para todos mejores sazones. Nos volvemos locos.

Días después la realidad nos arrebata y al reloj que marca las horas y el pasar del tiempo le importa un comino el pasado o el presente o lo que viene. Ese aparato incansable sólo hace lo que le toca hacer, marcar con certeza las horas, los días, las semanas, los meses y los años que se van acabando. Por siglos ha hecho lo mismo y nunca ha fallado. Para él no existe año nuevo o año viejo. El tiempo es tiempo. Y es él quien lo define. Enero podría ser junio y marzo octubre. Para él los meses son sólo unidades, divisiones de un ciclo terrenal, lo que tarda nuestro planeta para darle una vuelta al sol. Eso de los meses y los años los inventó el hombre. A la mejor fue una mujer.

Pero es bonito celebrar el año que se va y el que viene. Y esperar que nuestra fortuna cambie a pesar de que sigamos haciendo lo mismo que hicimos en el pasado. Es que así somos nosotros los humanos. Esperamos ser diferentes sin tener que ser diferentes. Es que estamos locos. Y es esa locura la que nos arroja a esa vorágine repleta de regocijo, la que se apodera de nosotros en estas fechas de relajo. En las celebraciones de año nuevo.

Yo, por mi cuenta, pienso echarme mis traguitos de algún elíxir con burbujas, a la mejor de un Freixenet, el que aprendí a tomar en España. Es bueno, sabroso y no te cuesta un ojo de la cara. A mi hija le gusta el Clicquot, un champán de marca y del país que lo inventó. Ése sí que requiere el proverbial ojo. Es carito el canijo, pero bueno. Mi esposa, la señora Picapiedra, no es amante de las burbujas. Ella es tica (de Costa Rica) y prefiere el rompope, con piquete por supuesto. Ya le compré una botella de ese brebaje, aunque dudo que se tome más de un trago. Una vez que don reloj marque las doce de la noche, pienso decirle que la quiero y darle un fuerte abrazo. A la mejor no, ¿para qué tanto apapacho? Mejor nos echamos una bailada y allí «mesmo»le digo que la quiero. Así es el amor a la mexicana.

Me imagino que algunos de ustedes van a celebrar la ocasión haciendo algo parecido, echándose unos tragos de algún champán y comiendo uvas como lo hacen en la madre patria. Los colombianos, me supongo, van a celebrar el fin de año bailando y con tragos de aguardiente; los venezolanos con ron y whisky y también con sabrosas hallacas. Los argentinos con empanadas y burbujas. En Costa Rica no van a faltar los tamales, en Puerto Rico los pastelitos, el arroz con gandules y el pernil. En Chile con buen vino y con cueca por supuesto. En otros países de nuestra querida América habrá también buena música acompañada con las bebidas propias de esos lares. No cabe duda, abundarán los sonidos de samba y marinera, de pasillos y joropo, también de vallenato. Se bailará tango, por supuesto, también salsa, cumbia y más que un danzón. Se tomará chicha, mezcal, pisco, tequila, también cachaca. Pero más que todo, en dicha fecha reinará el amor y la esperanza. Para que el dos mil diecinueve sea un año mejor que aquel que va quedar atrás. Así somos los humanos. Creo que ya lo dije antes.

Feliz año nuevo les deseo a todos, desde este rincón en el norte de Tejas.

AUTOR: Pedro Chávez