El 15 de julio de 1971, el presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, anunció que visitaría la República Popular China el año siguiente. Esa visita finalmente tuvo lugar del 21 al 28 de febrero de 1972. Fue un momento decisivo para Estados Unidos y China. La estadía pronto conduciría a relaciones diplomáticas plenas entre ambos países y a un intercambio comercial que en la mayoría de los casos ha beneficiado a las dos naciones. Aunque lo que motivó a Nixon a tomar ese paso fue meterle una zancadilla a la Unión Soviética, conforme intentaba poner fin a la guerra de Vietnam, al final del caso, el sorprendente intento de llevarse bien con un adversario comunista como China, alteró para siempre el balance del poder, reformuló el mapa geopolítico del mundo y básicamente puso fin a la Guerra Fría.
Aparte de los dividendos colaterales generados por las relaciones más amistosas entre los dos países, la medida de Nixon terminó convirtiéndose en una especie de factor x, en un catalizador oportuno, el cual a largo plazo generó un mayor crecimiento económico en ambas naciones, especialmente en China. Los siguientes datos dan una idea de ese crecimiento. En 1972, el año de la visita de Nixon, Estados Unidos terminó con un PIB (Producto Interno Bruto) de $1,279 mil millones; China llegó a los 114 mil millones de dólares, menos de una décima parte del PIB de Estados Unidos. En 2020, según el Banco Mundial, Estados Unidos tuvo un PIB de $20,937 mil millones, mientras que China terminó con $14,723 mil millones. Fue un impresionante crecimiento para ambos países, no cabe duda, aunque la tasa de crecimiento de China fue mucho mayor.
Pero hay algo más que debe mencionarse, algo que tiene que ver con los beneficios que brindan algunas relaciones comerciales de corte económico internacional. Esas ganancias vienen en forma de empleos, de nuevas fuentes de ingresos y de creación de riqueza. La transformación de la economía de China presenta una prueba sólida de esos beneficios inherentes. En 1972, China era un país pobre, habitado principalmente por gente pobre. Hoy, China tiene la segunda economía más grande del mundo y un mercado de consumo que pronto superará el tamaño del mercado minorista de Estados Unidos.
Ahora bien, ¿sufrió la economía estadounidense a medida que China crecía? Realmente no. Por el contrario, la relación comercial bilateral entre ambos países también ha sido fructífero para Estados Unidos, ya que ahora puede vender bienes y servicios a un mercado que prácticamente no llegó a existir sino hasta después de 1972.
Aunque algunos detractores pudieran decir lo contrario, el comercio entre ambos países ha crecido enormemente desde poco después del comienzo de esa nueva relación. Y ese comercio ha beneficiado enormemente a la economía estadounidense. Según datos oficiales, el intercambio comercial entre ambas naciones creció de $5 mil millones en 1980 a $660 mil millones en 2018. Algunos podrían argumentar que Estados Unidos sigue teniendo un déficit comercial con China, pero lo que importa es otra cosa. Los déficits comerciales que con uno u otro país se tienen, son parte de un panorama más amplio, el que pinta los superávits y déficits generales. En el caso de Estados Unidos y su estado económico, se puede concluir fácilmente que el país está bien y que continúa creciendo año tras año. Su tasa de crecimiento económico actual, por cierto, se estima en 6.5 por ciento.
¿Mi punto? Tiene mucho sentido ayudar a hacer crecer a otros mercados. Aunque se requieran empujones, como muchos de los mercados subdesarrollados pero con gran potencial en nuestro hemisferio. Al hacerlo, se crean mercados de consumidores viables que a su vez pueden comprar productos y servicios en su propio país y en los de otros. Sin incluir a las poblaciones de Canadá y Estados Unidos, hay más de seiscientos millones de personas viviendo en esa área geográfica de nuestro continente en este momento. ¿Qué pasaría si la mayoría de ellos se convirtieran en parte de un mercado de consumidores nuevo y vigorizado, listos y capaces de comprar productos y servicios de proveedores dispuestos a servir a ese mercado? Otro gallo cantaría. Digo yo.
NOTA: Esta es la tercera parte de una serie de artículos cuyo fin es promover el crecimiento económico en las Américas. Doy la bienvenida a todo comentario. Recientemente formé la corporación sin fines de lucro Growing The Americas (Fomentando las Américas). Tengo una licenciatura de la Universidad Estatal de Florida en Estudios Interamericanos (1970) y un MBA de la Universidad de Utah (1977). Nací y crecí en Mexicali, Baja California, en el lado mexicano de la frontera. Poco después de cumplir los dieciséis años, en el verano de 1962, dejé mi pueblo y me fui a California con el resto de mi familia. Serví en la Fuerza Aérea de los Estados Unidos de 1965 a 1977, seis años como alistado y seis más como oficial, volando en el asiento trasero de un F-4. Dejé el ejército con el rango de capitán.
AUTOR: Pedro Chávez