NOTA: La siguiente nota es la segunda parte de una versión ficticia de comunidades innovadoras que potencialmente podrían crearse en muchas partes del hemisferio occidental. O del mundo entero, además.

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La amenaza de China se convierte en un rayo de luz

Inicialmente, las Mega-Rotondas no estaban destinadas a ser tan grandes como eventualmente llegaron a ser. El plan original requería que fueran pequeñas, pero parte de un grupo geográfico estrechamente vinculado y formados por otras comunidades pequeñas, circulares, de uso mixto, con plantas industriales, áreas residenciales y un centro comercial. Se esperaba construirlas en regiones no desarrolladas, lo suficientemente cerca de fuentes de agua y de posibles recursos energéticos alternativos, pero no demasiado lejos de las principales arterias de transporte terrestre del país anfitrión. De acuerdo con esa estrategia original, habría menos riesgo de construir solo una pequeña Mega-Rotonda primero y agregar más de ellas cuando surgiera la necesidad. Pero ese plan pronto se modificó, una vez que el gobierno de los Estados Unidos decidió participar en el proyecto. Lo hizo por diferentes motivos.

A mediados de los años veinte del siglo veintiuno, la incursión de China en América Latina había pasado de pequeñas inversiones comerciales aquí y allá a una adquisición masiva de las principales industrias en varios países de la zona. Con mucho dinero en efectivo a la mano, el modus operandi de China incluyó el soborno de funcionarios políticos y otras personas corruptas. Centró sus esfuerzos en naciones autocráticas como Cuba y Venezuela, pero extendió sus alas desde la frontera entre Estados Unidos y México hasta el punto más al sur del hemisferio occidental. Para solidificar su control sobre la región, en 2026, China estaba a punto de comenzar la construcción de un segundo canal transístmico en Centroamérica. Iba a ser más ancho que el Canal de Panamá y además permitiría que los barcos se trasladaran eficientemente de un océano al otro.

El gobierno de Estados Unidos vio la invasión comercial de China como una amenaza para la seguridad de Estados Unidos y su economía, pero también para su hegemonía más que centenaria en la región. Pensó en desenterrar y afirmar la vieja y gastada, y a menudo detestaba Doctrina Monroe, pero ese ímpetu no llegó a ninguna parte. Los tiempos habían cambiado al igual que la balanza del poder en el mundo. El punto de equilibrio en la escala se había movido. Para entonces, China estaba a la par de Estados Unidos, económica y militarmente. Además, las inversiones de esa nación asiática eran bien recibidas por muchos en América Latina. Después de todo, Estados Unidos no solo había descuidado la zona durante casi dos siglos, sino que también había intervenido con frecuencia y a voluntad en los asuntos internos de algunos de esos países. Además, había anteriormente saqueado a diestra y siniestra los recursos naturales de esa región, chupando flagrantemente su cobre y otros minerales, así como aceite, de su suelo y su subsuelo.

Al darse cuenta que crecía el control económico chino en América Latina, el gobierno de los Estados Unidos decidió contrarrestar ese avance, formulando un plan económico estratégico para la región de corto y largo plazo. Desafortunadamente, no hubo persona alguna en los lugares adecuados del gobierno que tuviera la visión necesaria para encontrar una solución viable al enigma. Después de todo, para la mayoría de esa gente en dichos puestos gubernamentales, América Latina era solo una extensión de México. Pero cuando se corrió la voz sobre el proyecto Mega-Rotondas, el cual todavía estaba en veremos en ese momento, el gobierno de los Estados Unidos aprovechó de inmediato la oportunidad para participar en él.

La incorporación de un socio tan colosal a un plan de inversión visionario, el cual era a menudo conocido como «sueño utópico», ayudó a reclutar a otros participantes, principalmente a empresas multinacionales. En poco tiempo se incorporaron grandes corporaciones como John Deere, Caterpillar, General Electric y otras. En poco tiempo, el proyecto evolucionó a un plan de escala mucho mayor que incluyó la construcción de carreteras, plantas de energía, redes eléctricas y otra infraestructura en las cercanías de la primera Mega-Rotonda. Se ubicaría en El Salvador, cerca de la zona fronteriza con Guatemala y Honduras. En lugar de comenzar con solo una pequeña comunidad circular, el plan ahora requería una Mega-Rotonda de gran tamaño, con campos agrícolas a su alrededor y elementos adicionales dentro de ella.

Una vez que se completó la primera edición de dicha comunidad planificada cerca de la esquina norte de El Salvador, todo el trabajo que se había realizado para construirla y agregar la infraestructura planificada había echado a andar no solo la economía regional cerca de la primera Mega-Rotonda, sino de toda la nación. Trajo además una inesperada ganancia financiera para las empresas estadounidenses y centroamericanas involucradas en el proyecto. Más sobre esas ganancias en columnas futuras.

SIGUIENTE: Las Mega-Rotondas, una bendición para los jubilados estadounidenses.

AUTOR: Pedro Chávez