Para los que se quedan atrás, no hay nada más temido que la bolsa negra. La vil bolsa negra. La que suele llegar sin previo aviso a los consulados mexicanos y de otros países en Estados Unidos, transportando los últimos restos, los cuerpos en descomposición de desafortunadas almas valientes que se atrevieron a soñar con un futuro mejor y que fueron tras él en el norte. Bolsa que lleva lo que queda al final del camino: carne mortal, pero también epitafios no escritos, que encarnan las esperanzas desvanecidas, los sueños truncados de mujeres y de hombres desesperados.
Todo ello atiborrado en una vulgar bolsa negra. Vestida de luto, con el mismo color, pero sin huellas de devoción, sin razón alguna para estar teñida así. Negra como el vestido de las almas en vela que lloran a los suyos; negra, como el tono de lo desconocido, de la incertidumbre. Negra como es negra la noche. Negra, como un presagio inoportuno, que anuncia la muerte y un valle de lágrimas.
Bolsa de grueso plástico, capaz de soportar el peso de lo que queda de un hombre, una mujer, un niño. Comúnmente utilizada para transportar los restos de víctimas de accidentes, de crímenes. De criminales. Pero también utilizada para transportar a aquellos que pagan con su vida el desafío a falsas e inaceptables fronteras. De demarcaciones geográficas creadas ilegalmente por el hombre para separar naciones, para separar seres humanos.
Útil y flexible bolsa negra. Práctica, para más fácilmente transportar los cuerpos de almas desdichadas que no lograron llegar a la tierra prometida, para ocultar el olor pútrido de los cuerpos en descomposición. Útil bolsa negra, usada para colocar esos cuerpos dentro de las furgonetas de los agentes de la patrulla fronteriza. Bolsa flexible, como las vidas de las almas heroicas que nunca se rinden, que nunca dejan de soñar.
Bolsa con olor a muerte, que sirve para entregar a otros los últimos restos de nuestros hermanos y hermanas, para que sean trasladados a ataúdes de pino, los que llegan a nuestros pueblos, buscando familiares, derramando lágrimas. Queriendo unir víctimas con víctimas. Los que se fueron con los que se quedaron.
Vil bolsa negra. Salpicada de huellas de nuestra gente, manchada con sangre paisana, de nuestros hermanos y hermanas, de mexicanos, de centroamericanos y de otros, de aquellos que llenos de esperanza dejaron sus pueblos para buscar mejores oportunidades. Vil bolsa negra, depósito temporal de almas caídas, de aquellos que se atrevieron a cruzar desiertos en pleno verano, frías montañas en crudo invierno, ríos llenos de corrientes traicioneras.
Repugnante bolsa negra. Almacén de paso para los que mueren cruzando autopistas. Para las víctimas de los coyotes humanos. De los desalmados coyotes. Para las víctimas de las olas de violencia, de odio. Para los que perecen huyendo de los guardianes de la línea. La infame línea que divide nuestra tierra, nuestro planeta.
Bolsa negra. Vulgar transporte de almas valientes, de aquellos que se atrevieron a irse al norte, buscando un futuro mejor para sus familias y para ellos mismos. Vil bolsa negra. Llena de muerte, de angustia, de dolor. Que el Señor esté contigo. Y con nosotros.
AUTOR: Pedro Chávez