IMAGEN: Autoretrato. Dibujo a pluma y tinta.

Miércoles, 19 de julio de 2023. Frisco, Texas

Hoy es mi cumpleaños. Acabo de llegar a los 77 años. Es un día especial. Puedes llamarme viejo si quieres, y no me ofenderé. Porque es verdad. Estoy viejo. Pero me queda algo de fuego por dentro, y en muchos sentidos, todavía queda leña por quemar. Algunas cosas ya no funcionan igual que antes, pero otras sí. Te contaré más sobre ello más adelante. En otra ocasión.

Heredé un perrito que ahora también está viejo. Se llama Oreo. Tiene quince años en edad humana. Cuando tiene problemas para subir las escaleras, le digo que es «un viejo». Lo hago para burlarme de él. Pero, en cierto modo, para dar a entender que yo también estoy viejo. Es mi amigo. Creo que a los amigos no les importa que les tomen el pelo. Por eso lo hago. Oreo es un perro inteligente, una mezcla de caniche y shih tzu.

Nací en Mexicali, una ciudad pequeña entonces. Ahora es enorme. Y calurosa. La temperatura ronda los 120 grados Fahrenheit en esta época del año. Está en el lado mexicano de la frontera, justo enfrente de Calexico.

No me encanta celebrar los cumpleaños, pero le doy la bienvenida a este día especial una vez al año por un par de razones. Para empezar, es una ocasión para pregonar la gratitud, para dar las gracias. Al fin y al cabo, cada año extra significa mucho. Sobre todo cuando uno ya está viejo y a veces uno se dice a sí mismo: «Espero que siga por muchos años la diversión».

Hay una segunda razón por la que celebro el cumpleaños. Me sirve de excusa para reflexionar sobre el pasado y el futuro. Es cierto que reflexiono mucho a lo largo del año. Pero en este día especial, basado en cavilaciones hechas en ocasiones pasadas, el ánimo reflexivo se vuelve más personal, más exigente. También suelo ser algo mezquino. Malo y exigente conmigo mismo. Esta vez no será diferente. Estoy seguro que volveré a repetir la misma pregunta que vengo haciéndome desde hace años: «¿Cuándo vas a realizar el ya trillado sueño?».

O los sueños. Todavía tengo muchos. Algunos de mis objetivos han sido difíciles de alcanzar, pero sigo yendo tras ellos. Y seguiré haciéndolo mientras mi mente funcione, mi cuerpo sea capaz de moverse y las ganas perduren.

Me van a disculpar las palabras poéticas, pero son necesarias cuando intentas decirte a ti mismo que «puede que lo consigas después de todo». Lo siento, Mary Tyler Moore, tuve que robar esa frase de uno de los mejores programas de televisión del ayer.

Además, suelo ponerme poético cuando se acerca otro cumpleaños. Bueno, bueno, siempre soy algo poético. Después de todo, la poesía es mi roca. He leído mucha, pero también he escrito mucha. Principalmente para decir algo con pocas y bien seleccionadas palabras. Pero a veces, también, para intentar ayudarme a mí mismo a salir de los aprietos que yo mismo he creado. He aquí algo de mi inventario, un poema creado hace más de veinticinco años. Fue medicina para mi alma en aquel entonces, cuando lo escribí más que todo para animarme a mí mismo, para que me ayudara a seguir adelante. Espero que les guste.

SOÑADOR

Hace añicos las murallas,

arremete a lo temible,

perdedor de cien batallas,

vencedor de lo imposible.

Gladiador sin fuerza bruta,

tejedor de su destino,

al final de su camino

deja fija nuestra ruta.

Visionario extraordinario,

pensador, trabajador,

es su oficio, soñador,

su trayecto, solitario.

Mas no todo aquél quien sueña

deja huellas en la historia,

es el sueño realizado

el grabado en la memoria.

AUTOR: Pedro Chávez