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El nuevo coronavirus y su posible maquinación

By April 12, 2020 No Comments

IMAGEN: Morfología ultra-estructural del nuevo coronavirus, el Covid-19. Ilustración creada por CDC, el centro de control de enfermedades de EE.UU.

En los años cincuenta, cuando yo estaba chamaco, leía montones de comics, las revistas de monitos. Me he olvidado de las tramas de casi todas ellas, pero medio recuerdo una historieta que me impactó mucho. La urdimbre del cuento tenía que ver con un malvado científico de Nueva York quien había creado una especie de súper comején capaz de devorar, en un abrir y cerrar de ojos, edificios enteros de esa ciudad. El personaje malo de la maquinación había logrado gestar a esos insectos en su laboratorio, si es que lo recuerdo correctamente, para crear pavor y devastación con ellos y a la vez justificar la compra, a través de su empresa, de indestructibles productos de construcción que él mismo había inventado y fabricado.

Acosados por los súper comejenes, las firmas constructoras de dicha ciudad se vieron obligadas a utilizar los materiales supuestamente inmunes, los suministrados por la empresa del científico malvado. Si mi memoria me lo permite y saco el colorín colorado correcto del arca de los recuerdos, una vez que se usó dicho producto en la industria de la construcción en Nueva York, llegaron a su final los súper insectos y de ahí en adelante los grandes edificios construidos en esa icónica urbe no sufrieron más los acosos de comején alguno.

Sin embargo, nunca se llegó a saber más acerca de ese científico malvado, de acuerdo con lo publicado en la historieta. Le fue mal al canijo. Ya que le salió el tiro por la culata, como dicen, y terminó encerrado en uno de esos edificios construidos con dichos materiales indestructibles, el que su empresa había erigido como muestra. Al final del cuento, se le ve a él mirando hacia afuera, a través de un indestructible ventanal, tocando el vidrio del mismo para que la gente que por allí pasara lo escuchara y lo salvara. Pero nadie lo vio. Y al científico malvado, supuestamente, le llegó allí su final.

Después de hurgar y hurgar en el mundo cibernético, tratando de encontrar datos sobre esa historieta de antaño, con lo único que di fue con un tal «Humbug», el apodo de Buck Mitty, un personaje de ciencia ficción creado por Marvel Comics. Me imagino que debe de tratarse del mismo científico, el de la historieta, el que trató de sacarle ventaja al mundo con una vil jugarreta y quien al final de cuentas terminó sus días enjaulado en su propio nido.

Presiento que dicha moralina, la plasmada en esa historieta, encaja bien en estos días del más reciente coronavirus, el infame mal también conocido como Covid-19. ¿Qué si algún ser malvado, personificado por un individuo o por una nación, logró engendrar al endemoniado virus para causar pavor y devastación en todo el planeta? ¿Para tratar de controlar al mundo o simplemente por motivos pecuniarios?

Antes de seguir adelante con esta nota, quiero advertirles algo: que mi humilde opinión acerca de un posible origen perverso del virus no tiene un fundamento científico. Se trata más bien de una teoría conspirativa, la cual se engendró en los confines de mi imaginación, en lo más profundo de mi mente septuagenaria, y en donde reina la desconfianza. Pero mirándolo bien mirado, como decimos en mi pueblo, parece que mi teoría tiene sentido. Digo yo. Basado en un montón de información noticiosa que he leído conforme crece la devastadora pandemia, existe la posibilidad de que algún ser ruin, con objetivos similares a los del científico malvado de la mencionada historieta, el tal «Humbug», haya creado a ese virus para sacarle el jugo a un plan diabólico.

Si me lo preguntaran, diría yo con gran probabilidad de certeza que la creación y la propagación del mentado Covid-19 fueron fríamente calculadas, con premeditación y alevosía. Aunque yo no tenga la mentalidad detectivesca de un Columbo o la obsesión compulsiva de un Monk, ciertos eventos relacionados con la destructiva pandemia actual me dicen que, como ya lo mencionó Shakespeare en una de sus obras literarias, «algo huele mal en Dinamarca».

No cabe duda, no soy yo el primero en tener teorías conspirativas acerca de ese mal. Hay gentes que acusan a los chinos, que disque ellos engendraron a ese virus para destruir gran parte del planeta y eventualmente apoderarse del mismo. Se agrega que ¿por qué fue que el virus solo afectó a la ciudad de Wuhan y no a otras grandes urbes chinas como Beijing y Shanghái? Ahí está el detalle, como diría Cantinflas.

Se cuenta además que el virus fue traspasado a un ser humano por vez primera por un inocente pangolín, un pequeño animal mamífero que se alimenta con hormigas. Se cree también que el virus se originó en murciélagos y fue traspasado a otros animales y eventualmente a humanos. Dichas teorías, hasta la fecha, no se han confirmado científicamente.

Existe la tétrica posibilidad, sin embargo, de que el mentado Covid-19 haya sido plantado por un individuo, por cuenta propia o haciendo su labor mercenaria bajo el mando de otros, como para China, por ejemplo, o para una firma distribuidora de fármacos, como esa que anda empujando pastillas contra la malaria para curar el coronavirus. Pero antes de hacer acusaciones sin tener sólida evidencia, hay que estudiar bien el caso y observar con ojos de chícharo el ir y venir de la maraña, para poder verificar si es que en realidad se trata de un mal plantado por un diabólico ser para causar daño.

Mientras tanto, hay que obedecer las reglas de salubridad y mantener la distancia. Meternos a nuestras casitas y ampararnos en ellas. Y si existe la oportunidad, ayudar al prójimo. Arrimar el hombro cuando se pueda, ya que en estos tiempos de tanta incertidumbre y angustia mucha gente necesita ese apoyo. Y no olvidar, también, que todos nosotros, en todos los rincones del mundo, tenemos la responsabilidad de darle matarile a ese mal, quizás gestado inocentemente en el reino animal o tal vez plasmado por una mente malévola.

Autor: Pedro Chávez